"El fin" cierra
narrativamente el ciclo gauchesco, corrigiendo al precursor y agregando algo
que todavía nadie había imaginado, en términos de una nueva interpretación, una
revisión de la crítica sobre el poema y una afirmación polémica de su
naturaleza narrativa. Publicado en 1944, "El fin" presenta la muerte,
en duelo, de Martín Fierro.
En el último canto del poema de
Hernández, Fierro se aparta de sus hijos y del hijo de Cruz después de haber
intercambiado las historias de sus vidas. Se separan una vez más y, como
preludio de ese final, Fierro (que ha matado, que es un proscripto y un desertor)
presenta un alegato arrepentido y moralizante de sus errores. Antes de esta
despedida, Fierro ha payado con un Moreno y lo ha vencido; mucho antes de esa
payada, Fierro había insultado, sin ninguna razón, a un gaucho de origen negro,
lo había peleado y dado muerte. Ambos, el negro muerto y el vencido en la
payada, son hermanos. Subsiste una deuda de sangre que Fierro debe pagar y el
hermano del muerto tiene derecho a esperar que Fierro regrese. Este segundo
encuentro entre Fierro y el hermano de su víctima no ocurre en el poema de
Hernández.
Borges imagina la historia a partir
de este punto o, por decirlo de otro modo, imagina lo que Hernández no escribió
para escribirlo él mismo. Siete años han pasado desde el día en que Fierro payó
con el Moreno. Fierro es ahora casi un viejo, que aguarda la muerte sin más que
una esperanza: que sea una muerte decente. De acuerdo con el código de honor y
venganza, una muerte decente, para un hombre que tiene deudas morales, es una
muerte en duelo. El Moreno comparte esta creencia: aunque no peleó con Fierro
cuando se encontraron en la payada, por reticencia a entablar un duelo ante sus
hijos, ha esperado con paciencia una segunda oportunidad. Sabe que va a
encontrar otra vez a Fierro, porque él volverá a pagar su deuda.
El cuento de Borges transcurre en
una pulpería donde el Moreno espera a Fierro (…)
No pasa mucho más: ambos personajes
recuerdan el pasado, que había sido contado por Hernández en su poema al que
Borges está escribiéndole un final, a él y a todo el ciclo gauchesco que, de
este modo, se incorpora a su propia literatura y clausura una historia abierta.
Lejos del paradigma nacional que buscaba establecer Lugones, el Fierro de
Borges es un hombre calmo que respeta su destino y no quiere encontrar en sus
hijos una réplica de sus actos que ya no considera ni siquiera estimables.
Desde un punto de vista, llamémoslo alegórico, Borges hace lo que no hicieron
ni Lugones ni Hernández porque pone un cierre al ciclo y reescribe el Martín
Fierro agregando un episodio decisivo: el de la muerte del personaje. Pero esta
no es una muerte cualquiera, porque Fierro es derrotado por alguien que no
había podido derrotarlo en el poema de Hernández: un Moreno, un hombre de la
raza que Fierro había insultado.
Estas relaciones entre el poema y
el cuento se complican cuando, en las últimas frases, Borges cruza el tema
(universal, fantástico) del doble con su reescritura del Martín Fierro:
"Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el
otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre". El
cambio de lugares hubiera sido impensable dentro de la organización moral y
social del poema de Hernández, que se clausura así de dos modos: en la
peripecia de una muerte que Hernández no había escrito y en la igualación moral
de dos personajes que el poema había mantenido nítidamente separados. Al
hacerlo, Borges introduce uno de sus temas más pertinaces: el de un hombre que
debe cumplir con su destino, que reproduce en abismo el destino de otro hombre.
En "Biografía de Tadeo Isidoro
Cruz" Borges escribió que el Martín Fierro es "un libro insigne; es
decir, un libro cuya materia puede ser todo para todos (I Corintios 9:22), pues
es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones". Esto,
exactamente, hace Borges con la tradición literaria: pervertir (…)
Al presentar la muerte en duelo de
Martín Fierro, Borges también mata al personaje más famoso de la literatura
argentina. Así responde a la pregunta estética e ideológica acerca de qué debe
hacer un escritor con la tradición: su propia inserción en el ciclo gauchesco
zanja la cuestión de manera original. Borges enfrenta el texto fundamental (el
texto sagrado) y teje su ficción con los hilos que Hernández había dejado
sueltos; la historia de Fierro es re-presentada, escrita en prosa, incluso
parafraseada, y, al mismo tiempo, modificada para siempre.
Sarlo, Beatriz. Borges, un escritor en las orillas. Buenos Aires, Ariel, 1995.
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